Ra era el nombre que los egipcios daban al sol desde la más remota antigüedad, era el único dios que tenía un símbolo real, natural, visible y en constante movimiento que representa la existencia y la vida y su luz la victoria del bien sobre el mal, donde hay oscuridad hay muerte y donde hay luz hay vida.
La figura trascendental de Ra, como dios solar, se alza como un vínculo unificador entre las diversas teologías, no hay representación mitológica y recreación del concepto mítico de la creación en que el directa o indirectamente no sea el origen de la vida. Ra no es un dios más, es “EL DIOS” y este matiz hay que tenerlo siempre presente para poder entender cualquier aspecto teológico de la complicada mitología egipcia.
Desde sus orígenes como una deidad solar entre muchas, Ra evolucionó para convertirse en el símbolo preeminente de la luz, la vida y el poder creador. Para ello toma diferentes apariencias y pasa por estados según su sincretismo en su incansable y cíclico viaje de 24 horas, dividido en 12 horas diarias y 12 nocturnas, tomando aspectos diferentes: Khepri al amanecer, Ra al mediodía y Atum al anochecer.
Sin este ciclo y el transcurrir de este tiempo la existencia no tendría presencia y solo podría existir el caos, oscuridad y una nada absoluta. Por tanto, la omnipresencia de Ra es imprescindible, sin su existencia nada seria comprensible y no podría empezar cualquier evolución de un ciclo de creación. Las grandes fuentes teológicas, Hermopolitana, Helipopolitana, Tebana y Menfita, describen cada una su creación, pero teniendo muy presente la existencia de Ra y cada una le hace tomar una apariencia distinta basándose en su iconografía.
El poder de Ra resultó fundamental, resguardando celosamente su propio nombre secreto para preservar su singular habilidad. Con la determinación de iluminar la oscuridad, Ra proclamó: “Al amanecer soy Khepri, al mediodía Ra y al atardecer Atum”. Así, el sol hizo su primera aparición, trayendo luz al mundo y marcando el ritmo del día al elevarse y descender al horizonte.
Khepri, el dios Sol autocreado y símbolo de la vida eterna. Se representa como un escarabajo que impulsa el disco solar a través del cielo, o en forma humana con cabeza de escarabajo.
Jnum, el dios de la noche emerge como creador de un huevo (teología hermopolitana) del cual surge la luz solar. Dios alfarero, hábil en la modelación de las personas con lodo del río Nilo que creaba su "ka" en el momento de su nacimiento, destacando su papel como creador y dador de vida.
Atum, otro dios sol autocreado, comparte la escena con los dos anteriores mientras que Ra, el dios de la mañana, representa el sol en su apogeo.
Ra, mediante sus palabras, continuó dando forma al cosmos y es aquí cuando cada teología lo adapta a su forma creando una interconexión entre deidades.
LAS FORMAS DE RA
Amon-Ra
Amón, integrante de la Ogdóada, de la teología Hermopolitana, encarnaba las energías creativas junto a Amaunet, siendo considerado más afín al viento que al sol, pues se creía que creaba a través del aliento.
A medida que los cultos de Amón y Ra ganaron popularidad en el Alto y Bajo Egipto, se fusionaron para crear a Amón-Ra, un dios solar creador.
La precisión del momento en que esta fusión ocurrió resulta discutible, pero referencias a Amón-Ra ya aparecen en los textos de las pirámides durante la V Dinastía. Se sostiene la creencia común de que los gobernantes tebanos (teología creada por fusiones de las Heliopolitana y Hermopolitana) del Reino Nuevo inventaron a Amón-Ra como una nueva deidad-estado para unir a los seguidores de Amón con el antiguo culto a Ra. Los devotos otorgaron a Amón-Ra el título de "Rey de los Dioses". Este vínculo sagrado marcó una etapa significativa en la evolución de la religión egipcia, consolidando la adoración a Amón-Ra como una poderosa entidad que trascendía las individualidades divinas.
Ilustración de Amón-Ra de J.J.Dubois del año 1825 |
Atum-Ra
La fusión divina se revela nuevamente en la combinación de Atum y Ra, Aunque formada por dos deidades originalmente separadas, Ra compartía similitudes con Atum ya que este estaba estrechamente vinculado con el sol y reconocido como un dios creador de la Enéada de la teología Heliopolitana. Tanto Ra como Atum compartían la distinción de ser considerados padres de las deidades y de los faraones, gozando de amplia veneración. La unión de Ra y Atum generó una entidad que fusionaba la esencia solar y creadora, consolidando aún más la interconexión divina en la cosmogonía egipcia.
Montu-Ra
Montu, un dios ancestral de gran antigüedad en la mitología egipcia, originariamente encarnaba el efecto abrasador del sol de Ra, presentándose frecuentemente bajo el epíteto de Montu-Ra. Se sugiere que este y Atum-Ra podrían simbolizar las dos realezas del Alto y Bajo Egipto respectivamente, representando así dos aspectos importantes del poder divino. Montu, en el arte egipcio, era comúnmente representado con la cabeza coronada por el disco solar, destacando su conexión conceptual con Ra.
RA, ENTRE LO POLITICO Y LO RELIGIOSO
La figura de Ra emerge no solo como un dios celestial, sino también como un hábil instrumento político, usándolo como propaganda para unificar la tierra del Nilo. Más allá de su manto religioso, Ra se erige como el astuto artífice de cohesión nacional, tejedor de la identidad egipcia y el aprovechar su creencia para organizar un adoctrinamiento social bajo un manto teológico oportunista.
Ra, el dios del sol, iluminó no solo el firmamento, sino también el camino hacia la consolidación política. Su transformación desde Tebas en Amón-Ra, sirvió como catalizador para la fusión de cultos dispares en el Alto y Bajo Egipto. La invención estratégica de Amón-Ra por los gobernantes tebanos, fusionando la veneración a Amón con el antiguo culto a Ra, se convirtió en una epopeya política otorgándole el título de "Rey de los Dioses", Amón-Ra se erigió como el símbolo supremo de la unidad divina, reflejo y guía del poder terrenal.
Ra-Horakhty es la prueba mas evidente de la intencionalidad política de una fusión del dios Ra ya que emerge mas siendo como un título o manifestación que una deidad compuesta. Ra-Horakhty se interpreta como un símbolo del viaje del sol de horizonte a horizonte, representando la esperanza y el renacimiento. En la travesía del sol desde el amanecer hasta el anochecer, Ra personificó la estabilidad y el orden, atributos cruciales para la cohesión política. En la cúspide de su esplendor, Ra-Horakhty, se erigió como rey de los dioses, proclamando no solo la supremacía celestial, sino también la manifestación de esperanza y renacimiento para el reino terrenal acto que representa la imagen de cualquier rey ocultando su papel bajo un poder aun mayor, el religioso.
La sutil convergencia de lo religioso y lo político en la figura de Ra revela un asombroso tapiz, donde los dioses se entrelazan con las dinámicas terrenales, urdiendo un relato de unidad y grandeza.
Aspecto | Ra Religioso | Ra Político |
Identidad Divina | Dios del sol y la creación | Símbolo unificador y catalizador político |
Transformación | Fusionado con Amón en Amón-Ra | Estratégica invención para la unificación de cultos |
Título | Reverenciado como una deidad esencial | Otorgado el título de "Rey de los Dioses" como símbolo supremo de la unidad |
Papel Celestial | Representa la estabilidad y el orden cósmico | Encarna la esperanza y el renacimiento para el reino terrenal como Ra-Horakhty
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Manifestación | Icono celestial en el viaje del sol | Reflejo guía y símbolo terrenal de poder |
Influencia | Vinculado con rituales y creencias religiosas | Herramienta estratégica para cohesionar las regiones de Egipto |
Convergencia | Conectado con rituales y creencias religiosas | Fusiona lo divino con lo político para fortalecer la identidad nacional |
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