La estela del sueño, también conocida como la Estela de Tutmosis IV está directamente relacionada con la icónica gran esfinge de Giza, fue erigida por el faraón Tutmosis IV de la dinastía XVIII del reino nuevo, y se ubica entre sus patas.
Origen y Descubrimiento
La estela fue descubierta en el siglo XIX durante excavaciones en el complejo de la Esfinge, El descubrimiento está ligado a la figura del egiptólogo francés Auguste Mariette, quien desempeñó un papel crucial en las primeras excavaciones del área de Giza. En la década de 1850, comenzó a trabajar en la zona de la Esfinge, que en ese momento estaba semienterrada por las arenas del desierto, dejando solo visible su cabeza y parte de su torso. 👀EGIPTOLOGOS (LOS PRECURSORES DE LA NUEVA CIENCIA)
Durante estas excavaciones, los trabajadores descubrieron la estela del sueño. Estaba situada entre las patas del monumento, un lugar que en la antigüedad tenía un alto valor simbólico y ritual. Este descubrimiento no solo aportó un importante artefacto a la historia del sitio, sino que ayudó a revelar la continua veneración que los faraones posteriores, como Tutmosis IV, habían tenido hacia la Esfinge.
Cuando fue descubierta, ya mostraba signos de deterioro, probablemente debido a los siglos que había pasado enterrada en la arena a pesar de ello, gran parte del texto pudo ser interpretado, revelando la narración del sueño divino de Tutmosis IV y la promesa de la Esfinge de otorgarle el trono si liberaba al monumento de la arena.
Su inscripción narra un episodio crucial en la vida de Tutmosis IV que habría definido su reinado. Según la inscripción, el joven príncipe Tutmosis, antes de convertirse en faraón, tuvo un encuentro divino mientras descansaba bajo la sombra de la Gran Esfinge.
El sueño del príncipe
El texto de la estela relata que el joven Tutmosis, aún sin haber ascendido al trono, fue a cazar en los alrededores de Giza y se detuvo a descansar junto a la Gran Esfinge, que en ese tiempo estaba semienterrada en la arena del desierto. Mientras dormía, tuvo un sueño visionario en el que la Esfinge, identificada con el dios solar Horemakhet (una manifestación del dios Ra-Horakhty, "Ra-Horus en los dos horizontes"), le habló.
En el sueño, la Esfinge le prometió que si la liberaba de las arenas del desierto que la cubrían, lo recompensaría haciéndolo faraón de Egipto. El príncipe aceptó este destino, y posteriormente, cuando se convirtió en faraón, ordenó la limpieza y restauración de la Esfinge como un acto de agradecimiento y devoción. En la estela, Tutmosis IV se presenta no solo como un restaurador del monumento, sino como un elegido de los dioses, legitimando así su ascenso al trono.“Uno de esos días sucedió que el Hijo del Rey Tutmosis vino, corriendo a la hora del mediodía, y descansó a la sombra de este Gran Dios. El sueño se apoderó de él a la hora en que el sol estaba en su cenit, y encontró a la Majestad de este Venerado Dios hablando con su propia boca, como un padre habla con su hijo, diciendo: “Mírame, hijo mío, Tutmosis. Yo soy tu padre, Her-em-akhet-Jepri-Ra-Atum; te daré mi Reino sobre la tierra a la cabeza de los vivos. Llevarás la Corona Blanca y la Corona Roja en el Trono de Geb, el Príncipe Heredero. La tierra será tuya, en su extensión y en su aliento, aquella sobre la que brilla el ojo del Todopoderoso. El alimento de las Dos Tierras será tuyo, el gran tributo de todos los países, la duración de un largo período de años. Mi rostro se dirige a ti, mi corazón a ti; tú serás para mí el protector de mis asuntos, porque estoy enfermo en todos mis miembros. Las arenas del Santuario, sobre las que estoy, me han alcanzado; vuélvete hacia mí para hacer lo que deseo. Sé que eres mi hijo, mi protector; he aquí que estoy contigo, soy tu jefe”
Significado religioso y político
La estela del sueño es notable no solo por el relato de un sueño divino, sino también por las implicaciones políticas y religiosas de su contenido. Tutmosis IV no era el heredero directo al trono, y su ascenso pudo haber sido controvertido. La estela puede interpretarse como una forma de legitimación de su gobierno, sugiriendo que su reinado era parte de un designio divino. Al reclamar que fue elegido por los dioses, Tutmosis IV consolidaba su poder, apelando a la devoción religiosa que los egipcios sentían hacia la Esfinge y los dioses solares.
Además, la esfinge, una figura híbrida con cuerpo de león y rostro humano, era vista como un símbolo de poder real y guardián del horizonte. Al "resucitar" este monumento semienterrado y asociarse con él, Tutmosis IV se posicionaba como un faraón favorecido por los dioses, vinculado tanto al poder de sus predecesores como a las deidades protectoras del reino.
Contexto histórico
Tutmosis IV era uno de los muchos hijos del faraón Amenofis II (Amenhotep II), y su ascenso al trono de Egipto es un ejemplo de cómo el destino, la muerte prematura de otros herederos y el contexto familiar influyeron en su inesperada coronación. Al no ser el hijo de la gran esposa real de Amenofis II, sino de una esposa secundaria llamada Tiaa, sus posibilidades iniciales de alcanzar el trono eran escasas. En la corte del antiguo Egipto, la descendencia de las esposas secundarias, aunque reconocida, tenía un rango inferior a la de los hijos nacidos de la esposa principal, por lo que la sucesión solía priorizar a los descendientes de la reina principal.
En el caso de Tutmosis IV, su situación dentro de la familia real reflejaba una dinámica común en las familias faraónicas, donde numerosos hijos competían por posiciones de poder. En la corte de Amenofis II, es probable que los primeros lugares en la sucesión estuvieran ocupados por los hijos de la gran esposa real (cuyo nombre aún no ha llegado claramente a los registros históricos) o por otros príncipes que tenían un estatus más elevado que Tutmosis debido a su rango dentro de la familia. 👀SANGRE REAL Y VOLUNTAD DIVINA, LA LARGA TRAVESIA HACIA EL PODER👀LA AGENDA DEL FARAON, SU DIA A DIA.
Sin embargo, el destino jugó a su favor. Los príncipes que habrían sido los candidatos naturales al trono —los hermanos mayores de Tutmosis IV— murieron antes de poder heredar. La causa de estas muertes no está bien documentada, pero en muchas familias reales del antiguo Egipto, la mortalidad infantil y juvenil era alta debido a enfermedades, accidentes o incluso rivalidades políticas que podrían haber derivado en conspiraciones o eliminaciones internas. Esto hizo que Tutmosis IV, quien inicialmente no tenía esperanzas reales de ascender al trono, se encontrara inesperadamente en la posición de ser el único hijo varón superviviente.
El reinado de Tutmosis IV no fue uno de los más largos o destacados en términos de expansión militar o logros monumentales comparado con otros faraones de la XVIII dinastía, como Tutmosis III o Amenhotep III. Sin embargo, la Estela del Sueño destaca como un testimonio de su astucia política y su capacidad para usar los símbolos y creencias religiosas del Egipto antiguo para legitimar y consolidar su reinado.
Interpretaciones y misterios
La estela del sueño también ha despertado interés y debate entre los egiptólogos por su relación con la Esfinge y el entorno de Giza. Aunque la historia relatada en la estela tiene un fuerte componente simbólico, plantea preguntas sobre la propia esfinge, su antigüedad y su función original. La intervención de Tutmosis IV en la restauración del monumento revela que incluso en su tiempo, la esfinge ya era vista como una construcción antigua y en deterioro, lo que ha llevado a especulaciones sobre la verdadera antigüedad de esta.
Simbolismo del sueño y el faraón
Los sueños, en su cultura, no eran meras experiencias subjetivas, sino canales de comunicación entre los dioses y los humanos. La Esfinge, como encarnación de Horemakhet, representaba no solo el poder real, sino también el equilibrio cósmico que los faraones debían mantener. Al liberar la Esfinge de la arena, Tutmosis no solo cumple con una petición divina, sino que restaura simbólicamente el orden cósmico, el Ma´at, que era la misión esencial de todo faraón. 👀LOS PILARES DEL ORDEN CÓSMICO, MA´AT E ISFET.
Conclusión
La Estela del Sueño es una poderosa mezcla de mito, religión y política. A través de su relato, Tutmosis IV logró no solo justificar su reinado, sino también vincularse con uno de los monumentos más sagrados y venerados de Egipto, la Gran Esfinge. Este testimonio grabado en piedra nos ofrece una ventana a la importancia del simbolismo en el poder faraónico, la veneración hacia la Esfinge como guardián del orden cósmico y la forma en que los antiguos egipcios entendían los sueños como vehículos de comunicación divina.
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