¿EGIPTOLOGOS O USURPADORES? LA DUALIDAD DE LA EGIPTOLOGIA. (PARTE II)

 Después del primer cuarto del siglo XIX las excavaciones a gran escala dejaron de ser tan frenéticas, algunos viajeros cazadores de fortuna (ver primera parte) seguían intentando engrosar su economía particular intentando hacer hallazgos, usando como referente el legado de estudios de Belzoni y de todos los escritos que había dejado antes de morir ya que era una buena fuente de información arqueológica. 

Pero la evolución del estudio de la lengua y la arqueología iba despacio. 

Alexander Rhind, un abogado escoces con salud delicada se trasladó a Egipto y estando allí se interesó por la arqueología del país. Había estudiado trabajos de excavaciones anteriores y comprendió que era el momento de aplicar un cierto orden, tanto a objetos como lugares, creando un registro riguroso para así tener un control de todas las piezas. Rhind fue el primero en comprender que era tan importante conocer la posición del objeto encontrado como el lugar.  

Le gustaba ver las obras en su lugar de origen, comprendiendo y respeto la importancia del entorno y habitad donde se encontraban y fue por eso que sus informes eran descritos de una forma excepcional para su época. 

Alexander Rhind.
 Mientras tanto el voraz sentimiento de los cónsules para exportar obras a sus países de origen se había calmado y ya apenas nadie se preocupaba de crear grandes colecciones.  

Pero el desciframiento de jeroglíficos acarreo nuevos problemas. Las inscripciones de las paredes de tumbas y templos, hasta ahora ignoradas por los cazadores de tesoros, se convertirían en piezas apreciadas y los mismos descifradores se llevaban las mejores, arrancadas de las paredes, para vender a los museos. 

Ippolito Rosellini y Jean-François Champollion
Tanto Jean-François Champollion como Ippolito Rosellini se llevaron muchas muestras para Italia y Francia. Ambos se tomaron la libertad de desfigurar tumbas y lugares arqueológicos. Al pie de la escalera de la tumba se Seti I, descubierta por Belzoni, serraron las jambas de entrada de la primera sala de la puerta del corredor sin tener ningún tipo de escrúpulo en hacerlo. Actualmente la jamba izquierda serrada por Rosellini está en Florencia y la derecha, arrancada por Champollion, está en el museo del Louvre de Paris, asi como las cabezas de los reyes en figuras pintadas en las paredes que tanto le gustaban al francés y ahora en su lugar hay rectángulos en blanco esperando a ser restauradas.

Jamba de piedra caliza de una puerta arrancada en su día.

 
Pero la falta de respeto a los hallazgos arqueológicos no solo venía de las manos de los extranjeros. La fuerte industrialización, que promulgaba el Vali Mehmet Alí de la caña de azúcar, hizo que muchos templos fueran desmantelados para aprovechar los materiales para la construcción de fábricas de esta industria y del expansionismo urbanístico, excusa que los mismos extranjeros aprovechaban para lavar su conciencia y justificar sus actos al decir, que ellos lo hacían para evitar que las piezas de valor fueran salvadas de los mismos lugareños. 

Otro problema, era la de la numerosidad de turistas que visitaban el pais. Isabella Frances Romer, la novelista y viajera, en 1840 animaba a un gran número de viajeros a visitar Egipto llegándolo a convertir en un destino de moda. De ella se cuenta, que entraba en las tumbas montada en un burro y que hacía encender hogueras para poder ver los lienzos de las paredes, llenándolas de hollín, practica muy usada por los guías de la época. 

Egipto estaba de moda, en los año 60 del siglos XIX, se publicaban numerosas guías de viaje, sobre todo escritas en francés e ingles, mostrando lo mas exótico y destacando del lugar y dejando claro que se podría vivir con mas comodidades y de forma mas económica. 

Por su clima seco se fomentaba que era el país mas saludable y muchos europeos no solo lo visitaban si no que se asentaban en el alejados de las costumbres lugareñas y llevando  todo tipo de comodidades, lujos y aprovechando también la falta de control de leyes fiscales europeas. Era como vivir en un burbuja muy alejada de la realidad de la dura crisis que pasaba el país durante los años 70.

El patrimonio histórico de Egipto necesitaba un control y regulación de manera urgente, Mehmet Ali puso al cargo para tal misión al egiptólogo alemán Karl Richard Lepsius, pero hay que decir que ni el estaba libre de pecado, más de 15000 obras fueron sacadas de Egipto por él y llevadas a Berlín amparándose en el simple argumento “...que el hacia lo mismo que hacia el resto”.

Karl Richard Lepsius

 
En 1857 alguien tomó la determinación de defender definitivamente el patrimonio de Egipto y de crear un museo monográfico. El francés Auguste Meriette con el respaldo del cónsul de su país Jedive Said que solicitaron una sustanciosa subvención por la idea y así pudieron crear lo que iba a ser el futuro museo de El Cairo. 

El museo fue fundado en 1858  En sus primeros años,  estaba ubicado en una antigua casa en Boulaq, un barrio de El Cairo. Sin embargo, debido a las crecientes colecciones y la falta de espacio, se decidió trasladar a un lugar más grande y adecuado. 

En 1902, el museo se trasladó a su ubicación actual en la Plaza Tahrir de El Cairo, en un edificio diseñado por el arquitecto francés Marcel Dourgnon. El nuevo edificio fue inaugurado oficialmente ese mismo año y ha sido la sede principal del museo desde entonces. 

Patio del museo del Boulaq en 1885, futuro museo de El Cairo
Aparentemente desde 1860 se dejó de arrancar trozos de historia de los templos y tumbas, pero el tráfico de obras seguía siendo un negocio
En 1870 empezó aparecer en el mercado europeo objetos que aún no se habían visto o no se les daba importancia como los papiros, que empezaron a causar curiosidad a los museos e instituciones.  

Muchos de estos papiros los encontraban campesinos, que muchas veces los usaban como abono, o picapedreros que los encontraban entre ruinas que iban desmantelando para aprovechar el material para nuevas construcciones y que aprovechaban para venderlos a turistas o traficantes de arte. 

Auguste Mariette
El mismo Mariette negoció la compra de dos papiros encontrados en la tumba de la reina Henuttawy, que narraba entre ilustraciones y palabras, los rituales para que los muertos alcanzaran la vida en el más allá. 

Los papiros con ilustraciones estaban más cotizados, el negocio hacía que se disparara e incluso se podía llegar a pagar hasta 400 libras esterlinas de la época, sin duda alguna una fortuna y mas para una familia egipcia. 

Auguste Mariette, dirigió más de treinta excavaciones de máxima importancia, detuvo el saqueo a gran escala de monumentos y creo el Service de Antiquites con la intención de la regulación, estudio y clasificación de obras y que aún sigue existiendo. 

Auguste Mariette murió en El Cairo en 1881 a la edad de 60 años sin poder ver la nueva y actual ubicación del museo. 

Para saber mas

¿EGIPTOLOGOS O USURPADORES? LA DUALIDAD DE LA EGIPTOLOGIA  (PARTE-I)

LOS DEPREDADORES DEL PASADO. EL EXPOLIO DE EGIPTO Y SU DOLOROSA HERIDA.


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