Egiptología en el Siglo XIX: ¿Por Qué España se Quedó a la Sombra de Otros Países Europeos?
Desde que la egiptología paso a ser lo que conocemos en la actualidad debido a las expediciones napoleónicas que llegaron al país faraónico. En Europa, la egiptología se fue desarrollando en gran medida durante los últimos dos siglos, con algunos países como Francia, el Reino Unido y Alemania a la vanguardia de la investigación. Sin embargo, España, a pesar de su proximidad geográfica a Egipto y de su rica tradición histórica, ha mantenido una posición más discreta en el ámbito de esta ciencia, pero... ¿Por qué España se quedó a la sombra de otros paises europeos?
Egipto había estado presente en la memoria de Occidente a través de algunas de las historias narradas en la Biblia, relatos que enfatizan las diferencias entre Egipto e Israel, entidades políticas que aparecen en el texto bíblico relacionadas entre sí por un entramado de vínculos políticos, comerciales e ideológicos en ocasiones amistosos, pero muchas veces conflictivos y siempre complejos. Israel, en la Biblia, encarna la verdad, mientras que Egipto simboliza la oscuridad y el error, representando todo aquello que Israel había sido capaz de superar con el Éxodo, sobre todo el paganismo o idolatría, pero también el pasado vivido por los israelitas en Egipto, etapa que «el pueblo elegido» se empeñaba en rechazar para evitar que su recuerdo contaminara la tradición de Israel. Este concepto es crucial para el entendimiento de la historia de la egiptología en España, país con una gran influencia religiosa.
LOS PRECURSORES.
En Europa, durante los siglos XIII-XIV, varios viajeros, incluyendo filósofos, comerciantes y trotamundos, se aventuraron a las tierras del Nilo por diversas razones. Estos viajeros catalanes y mallorquines sobre todo, junto con figuras como Pedro Tafur, Ramon Llull y Juan León el Africano, realizaron travesías notables por Egipto y sus alrededores.
Uno de los relatos más conocidos de esta época es "El viaje de Sir John Mandeville", relato escrito durante el siglo XV que cuenta las hazañas de un personaje de origen ingles que recorre diferentes lugares del mundo durante 30 años, aunque se descubrió más tarde que este personaje no existió y que el verdadero autor era Jean d'Outremeuse de Bélgica. La obra contenía errores tanto geográficos como costumbristas, pero influyó de manera muy notable en los viajeros occidentales de todos los reinos europeos durante los siglos XVI y XVII
Estos viajeros europeos exploraron las ciudades del Nilo, describieron paisajes y monumentos, y a menudo criticaron la pobreza y la insalubridad de las áreas islámicas. Sus motivaciones variaban desde la negociación comercial hasta la curiosidad por adquirir conocimiento. Juan León el africano, viajero, escritor y geógrafo nacido en Granada en 1490, se convirtió al cristianismo en Roma, pero regresó a África y al islam tras la muerte del Papa León X. Su obra, "Descripción de África", relata de forma muy documentada las tradiciones, costumbres y localizaciones de los principales lugares de los paises del norte de África, incluido Egipto, y se convierte en un escrito relevante para la geografía y las ruinas de Egipto.
SIGLO XIX
Mientras en varios paises europeos la egiptologia ya estaba posicionando entre las ciencias humanistas, en 1867 se creó en Madrid el Museo Arqueológico Nacional y eso hizo que la arqueología empezase a oírse entre la sociedad española. Un año después de la inauguración se escuchó por primera vez el termino de "arqueología egipcia" por el académico Antonio Balbín de Unquera que leyó ante la Academia Real Española de Arqueología y Geografía del Príncipe Alfonso, el discurso inaugural del año académico titulado «Arqueología Egipcia» que proponía que facultativos del museo viajaran a la inauguración del Canal de Suez y aprovechar su estancia para visitar lugares de interés arqueológico y adquirir piezas para el museo que serían trasladadas hasta España por buques de la Armada.
El 11 de diciembre de 1869, estuvo presente la comisión diplomática española, pero sin que en ella participaran facultativos del museo. Sí estaba en dicha comisión el alcalde de Madrid, Manuel María Galdo, que aprovechó su visita a la tierra de los faraones para adquirir objetos antiguos que a su vuelta fueron donados al Museo Arqueológico Nacional.
Durante el verano de 1871, una expedición con destino a Oriente zarpó, llevando consigo a una Comisión Científica bajo la dirección de Juan de Dios de la Rada y Delgado, un arqueólogo que había servido como conservador en el antiguo Departamento de Prehistoria y Edad Antigua del Museo Arqueológico Nacional. El propósito principal de esta misión era la adquisición de antigüedades de las regiones mediterráneas, el Próximo Oriente y Egipto, con el fin de enriquecer las colecciones del museo. Sin embargo, el viaje estuvo marcado por una serie de obstáculos, en gran parte debido a la limitación de recursos disponibles, que resultaron insuficientes para alcanzar los objetivos planeados. Durante su travesía por los puertos del Mediterráneo, la embarcación hizo una breve escala de dos días en Alejandría, donde los científicos lograron adquirir la cabeza de una estatua masculina que pertenecía a la época ptolemaica, la cual en la actualidad se encuentra en exhibición en el Museo Arqueológico Nacional.
La egiptología empezaba asomarse tímidamente en la población científica y social.
En 1876 se empezaron a dar los primeros pasos en la egiptología como investigación por una expedición española, dirigida por los arquitectos Aníbal Álvarez, Ramiro Amador de los Rios y el pintor y acuarelista Jaime Morera, donde realizó varias acuarelas del templo de Karnak en Luxor.
Esta información es relevante a la hora de establecer los primeros pasos dados por estudiosos españoles interesados en el arte y la arqueología del Antiguo Egipto en las tierras del Nilo.
Raimundo Amador le interesaba el templo de Karnak al que decía de el que era el lugar clave para conocer aún más el arte egipcio y de paso conocer los orígenes del arte griego. Por aquel entonces el templo aún permanecía entre ruinas y escombros y el mismo propuso su limpieza, pero no se realizó hasta una década más tarde.
La popularidad y el exotismo del antiguo Egipto, empezó atraer a la burguesía española que compraban piezas auténticas como recuerdo o para crear colecciones privadas, que con el tiempo fueron donadas o vendidas al museo arqueológico y a otras entidades que se iban creando en el país.
La colección más notable pertenecía Eduard Toda el que fue cónsul en el Cairo entre 1884 y 1886 y el cual tuvo una estrecha relación con el egiptólogo francés Gaston Maspero que estaba en el departamento de servicio de antigüedades de Egipto.
Eduard Toda |
Eduard Toda por su posicionamiento social y contactos, frecuentaba el circulo de egiptólogos que residían sobre todo en el Cairo y Luxor. Su carácter inquieto le llevo a recorrer las ruinas de Menfis, Saqqara, Asiut y Dendera, e incluso se involucró en importantes trabajos arqueológicos, como la excavación de la tumba del noble Sennedyem, en Deir el Medina al cual se le atribuye tal descubriendo junto a Maspero. Su interés en la disciplina le llevó a crear los llamados «Estudios Egiptológicos», serie de publicaciones que recogió hasta tres monografías del citado autor. La intención de Toda era situar la egiptología a la altura que esta ciencia vivía en otros lugares de Europa y crear en España una escuela egiptológica, pero aquella iniciativa no pasó de ser un interesante propósito que lamentablemente no llegó a cristalizar.
EL HECHO DECISIVO.
En 1884 la popularidad que tenía la egiptología se esfumo en un acto ocurrido, el la universidad central de Madrid. El catedrático de Historia Universal Miguel Morayta Sagrario pronunció un discurso de apertura del nuevo curso académico, que trataba sobre el Antiguo Egipto. En su disertación, desafió la cronología del Antiguo Testamento y negó la existencia del Diluvio Universal, provocando un debate epistolar en periódicos y pastorales en el que estaba en juego la libertad de cátedra. Todo ello culminó en manifestaciones estudiantiles que fueron reprimidas por las fuerzas del orden, que llevaron a cabo detenciones masivas, y que tuvieron como consecuencia el cierre de la Universidad. Es más, el tema llegó al Parlamento, donde tuvo lugar un acalorado debate. El resultado fue que los estudios relacionados con el Antiguo Egipto se enseñasen intentando conjugar las últimas síntesis históricas y las directrices de la Iglesia católica. En ese contexto, la universidad española no entendió conveniente crear cátedras de estudios orientales, en lo que también tuvo su responsabilidad la ausencia de especialistas formados en el extranjero.
Miguel Morayta Sagrario |
Este hecho y la arraigada tradición religiosa del país hizo que a pesar del interés y la curiosidad de algunos individuos y académicos españoles, el país no logró alcanzar la prominencia en el campo de la egiptología. España simplemente se convirtió en un observador más que en un participante activo en la apasionante búsqueda de los tesoros culturales y el conocimiento que yacen en las arenas egipcias, lo que representa una oportunidad desaprovechada que evoca una sensación de melancolía en la historia de la egiptología española.
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