Desde el siglo XIX arqueólogos europeos, basándose en las fuentes clásicas, comenzaron a explorar la zona en busca de evidencias físicas de esta estructura mítica. Entre ellos destacó el trabajo de Karl Richard Lepsius y Sir Flinders Petrie, quienes intentaron dar una respuesta científica a la existencia del laberinto. Sin embargo, estos primeros esfuerzos enfrentaron desafíos significativos debido a la limitada tecnología de excavación y el difícil acceso a las estructuras subterráneas.
Karl Richard Lepsius.
El explorador y egiptólogo alemán fue uno de los primeros en estudiar sistemáticamente el área de Hawara durante su expedición a Egipto en 1843. En su obra Denkmäler aus Ägypten und Äthiopien, Lepsius describe las ruinas que encontró cerca de la pirámide de Amenemhat III las cuales él supuso que podrían ser los restos del legendario laberinto. Sin embargo, debido a la falta de excavaciones extensas y a la imposibilidad de explorar bajo tierra no pudo confirmar si las estructuras visibles realmente correspondían al complejo descrito por Heródoto.
Su trabajo fue innovador al integrar fuentes escritas con hallazgos arqueológicos, y contribuyó a poner el sitio de Hawara en el mapa de los futuros estudiosos. Aunque no realizó una excavación exhaustiva, su visita fue fundamental para inspirar a arqueólogos posteriores, entre ellos el destacado Sir Flinders Petrie, quien más tarde intentaría resolver el enigma del laberinto con una metodología arqueológica más rigurosa.
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Posible localización del laberinto por la expedición de Lepsius |
Sir Flinders Petrie
Flinders Petrie, considerado uno de los padres de la egiptología moderna, llevó a cabo excavaciones sistemáticas en Hawara entre 1888 y 18991. A diferencia de Lepsius, Petrie empleó técnicas de excavación más avanzadas y un enfoque científico riguroso. Su objetivo principal era determinar si el sitio contenía restos del famoso laberinto descrito por Heródoto. Al excavar, Petrie descubrió una serie de estructuras que incluían un gran edificio junto a la pirámide de Amenemhat III, lo que inicialmente le llevó a pensar que había encontrado el laberinto.
Cuando Sir Flinders Petrie comenzó sus excavaciones en Hawara en 1888, su objetivo era encontrar vestigios concretos del famoso Laberinto de Hawara, que Heródoto y otros autores antiguos habían descrito como una vasta y compleja estructura de miles de habitaciones. Lo que Petrie encontró, sin embargo, fue un complejo monumental y sorprendente, pero que no coincidía exactamente con las descripciones clásicas de un laberinto. La ausencia de las miles de habitaciones, el diseño y la estructura subterránea que se mencionaban en los textos antiguos hicieron que Petrie se enfrentara a un enigma que lo llevaría a replantear muchas de las suposiciones sobre el laberinto de Hawara.
El descubrimiento inicial
En su primera campaña de excavación en Hawara, Petrie encontró una gran cantidad de restos que apuntaban a la existencia de un complejo monumental, probablemente relacionado con el faraón Amenemhat III. Esta posible estructura incluía una serie de patios, pasillos, muros y fragmentos de columnas, que sugerían un gran edificio, posiblemente un templo o un complejo ceremonial.
Uno de los hallazgos más destacados fue una serie de columnas fragmentadas y bloques de piedra decorados que parecían haber pertenecido a un edificio público de gran importancia. Algunos de estos fragmentos estaban adornados con relieves y jeroglíficos, lo que sugería que se trataba de una estructura destinada a fines ceremoniales o religiosos, lo cual podría haber estado relacionado con el culto al faraón Amenemhat III y su legitimidad como gobernante divino.
La pirámide ubicada en las cercanías de estas ruinas, había sido una construcción monumental de su propio reinado y era natural que Petrie se centrara en la posibilidad de que el complejo pudiera haber sido asociado con la pirámide, ya que el faraón, como líder político y religioso, podría haber utilizado este sitio para reforzar su imagen y perpetuar su culto.
Discrepancias con las descripciones antiguas
Las descripciones clásicas del Laberinto de Hawara, especialmente las de Heródoto hablaban de una estructura colosal, compuesta por miles de habitaciones, dispuestas en un diseño intrincado y aparentemente interminable, de tal forma que su exploración era extremadamente difícil. Estas fuentes también indicaban que el laberinto se extendía bajo tierra, con niveles subterráneos llenos de cámaras y pasadizos secretos. Sin embargo, los hallazgos de Petrie no coincidían con estas descripciones, ya que las estructuras que encontró eran mucho más pequeñas y no presentaban los elementos arquitectónicos complejos que caracterizarían un verdadero laberinto.
Si bien la construcción era grande y compleja en términos de su monumentalidad, no ofrecía la disposición confusa de pasillos y habitaciones a la que se referían los antiguos escritores. Los bloques de piedra decorados y las columnas fragmentadas indicaban que el complejo había tenido un alto nivel arquitectónico, pero la estructura no mostraba la complejidad intrincada que se asociaba con el laberinto de las leyendas.
La ausencia de cámaras subterráneas
Uno de los aspectos más sorprendentes para Petrie fue la ausencia de cámaras subterráneas. Según Heródoto, el laberinto de estaba compuesto no solo de salas interconectadas, sino también de niveles subterráneos que contenían habitaciones ocultas o inaccesibles, las cuales podrían haber tenido un significado simbólico y ritual asociado al viaje al más allá o al culto funerario.
Sin embargo, Petrie, al excavar en las áreas cercanas a la pirámide, no encontró indicios claros de estructuras subterráneas, lo que lo llevó a preguntarse si tal vez el verdadero laberinto estaba enterrado a mayor profundidad o en una zona aún no explorada. Esta falta de hallazgos subterráneos fue una discrepancia importante entre lo que se esperaba encontrar según los relatos antiguos y la realidad de las excavaciones. Petrie planteó la posibilidad de que el laberinto de Hawara podría haberse extendido bajo tierra o tal vez estuviera sepultado por sedimentos y agua, lo que dificultaba su localización.
En el contexto arqueológico de la época, las técnicas de excavación eran rudimentarias, y el acceso a los niveles más profundos del subsuelo era limitado, especialmente debido a la proximidad de la aguas subterráneas y la presencia de la antigua laguna de Moeris, que afectaba tanto la estabilidad del terreno como la preservación de estructuras subterráneas. El nivel freático del área, al estar muy cerca de la superficie, también dificultaba las excavaciones profundas y complicaba la búsqueda de posibles pasadizos subterráneos.
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Entrada a la pirámide. |
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Estado del corredor ascendente de imposible acceso |
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