LA NATURALEZA COMO INSPIRACIÓN COMÚN

 En el siglo XXI me sorprende que aun algo tan sencillo como encontrar el punto de unión entre similitudes de civilizaciones distantes aun sea caldo de misterio y asombro, mientras que lo sorprendente seria todo lo contrario. 



A lo largo de la historia, muchas civilizaciones aparentemente aisladas geográficamente han compartido una serie de costumbres y patrones muy semblantes. Esta similitud, aunque desarrollada de manera independiente, refleja la universalidad de la experiencia humana frente al misterio y la belleza del mundo natural. Desde las selvas de Mesoamérica hasta las llanuras de Eurasia, la contemplación de la naturaleza ha moldeado cosmovisiones, prácticas espirituales y expresiones artísticas. 

Es curioso cómo, a menudo, nos sorprenden las similitudes entre civilizaciones distantes cuando, en realidad, estas no son más que expresiones naturales de una actitud profundamente humana: la contemplación de la naturaleza. Esta propensión a maravillarse ante el entorno no es exclusiva de una cultura ni de un momento histórico, sino una característica esencial del ser humano que trasciende fronteras,  épocas y que no ha hecho más que imitar lo que veía y admiraba 

Si consideramos la contemplación de la naturaleza como un hilo conductor de la humanidad, la sorpresa ante las similitudes pierde su carácter extraordinario y se convierte en una invitación a redescubrir lo que siempre ha estado allí. La reverencia hacia el cielo, el agua, la tierra y los ciclos de la vida es una constante porque la naturaleza misma lo es. Los humanos, a través de sus diferencias culturales, no podían evitar ser tocados por la misma verdad que inspira el asombro y la interconexión de todo lo existente. 

La extrañeza que sentimos al encontrar estas similitudes es de alguna manera, un recordatorio de nuestra propia capacidad para contemplar. Nos revela que, en un mundo de diversidad, las raíces compartidas de la experiencia humana todavía laten bajo la superficie. Reconocer que estas similitudes no son sorprendentes en absoluto, sino inevitables, nos invita a adoptar nuevamente esa actitud que conecta a todas las culturas con el mismo misterio y belleza de la naturaleza. 

Pero aun nos emperramos en buscar extrañeza y misterio en algo tan evidente, lo extraño o anómalo seria encontrar, por ejemplo, presagios de ilustraciones de un oso polar en pleno Egipto, pero no hay ninguna excepción ni anomalía en ninguna de las civilizaciones ya que todas han imitado su entorno. 

Ni las casualidades existen ni los misterios en similitudes en las civilizaciones distantes ya que el hilo conductor de todas ellas es la naturaleza en el concepto mas amplio juntamente con la actitud contemplativa de la razón humana, actitud que nos parece muy lejana e incomprensible en una sociedad como la actual, cargada de tecnología y prisas que no nos deja ver lo que tenemos a nuestro alrededor y menos aún contemplar y admirar algo tan grande como es la naturaleza. 

Toni Munar


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